Pequeña inmensidad

Fue una pausa eterna de solo unos pocos segundos y sentí lo más grande que he sentido nunca: te vi abajo de mí, miré el cuarto en el nos encontrábamos, lo pequeño que era. Pensé en el dormitorio que estaba en una ciudad enorme, con alrededor de seis millones de personas, pero la ciudad también quedó pequeña, inmersa en un mundo entero, con miles de millones de seres humanos haciendo cada uno quién sabe qué. Volví a mirarte, solo vi tu silueta entre las sombras y pensé en la suerte que tenía(mos) de haber nacido tan cerca, de haber compartido los mismos lugares, de habernos encontrado en un mundo enorme. Me sentí pequeña y grande a la vez: todo lo que había necesitado estaba ahí, conmigo, en mi dormitorio. Ya no anhelaba más y mi dormitorio era enorme para albergarnos a nosotras dos en ese momento en que nada más importaba, en que el mundo estaba en pausa, en el que yo no necesité a nadie más.

En ese momento te amé.

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