La sangre corría...
Desperté llorando, la luna aún brillaba en el cielo. Toqué mi oreja en un acto instintivo, mi mano húmeda confirmó que la sangre avanzaba y se apoderaba de lo que tocaba... con el paso del tiempo el dolor se mitigaba.
Miré la soledad que me envolvía... lejos, muy lejos, había movimiento: había vida. Los gatos hacían y deshacían amparados en la oscuridad. La noche se tornaba bastante inusual... Los gatos cesaron su actividad, la soledad se unía al silencio. Después de mucho tiempo, volvía a escuchar mi respiración.
Esperé unos minutos, ya no sabía por qué estaba despierta. La sangre estaba seca, limpié los restos. Los gatos llegaron a dormir, pronto cerramos los ojos y nos dispersamos hasta que la luna volvió a abandonarnos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario