Sonrisa

Cuando te vi encima, hablarte poco, tratarte mal y alejarte fueron los primero síntomas. Sólo asumí que tu presencia me apestaba.
Ahora estabas abajo. Te miré con detención y acepté que todo de ti me cargaba, y de sobremanera ese sinsentido de vida, esos deseos reprimidos y esa individualidad característica del homo actual.
Ya no estabas encima, ya no estabas abajo. Simplemente ya no estabas... me desesperé y te deseé, te busqué alrededor y creo que hasta te llamé, mas respuesta no hubo.
Un día llegaste sola. ¿Qué hacías acá? ¿Qué hacías en mi cama? ¿Por qué te entrometías de esa forma? No sé que hacías, quizá nada hacías.
Después volviste a estar abajo. Tus comentarios apestaban, y ni rastro de tu persona en ese mundo paralelo... Me pediste ayuda, grabé cada detalle de ti en los laberintos de mis recuerdos y recordé la primera vez que te vi: en mi casa, invadiendo como siempre. El contexto era muy parecido, tú necesitabas ayuda (de mi ayuda, en resumidas cuentas), estabas con el mar mientras su tempestad aún no empezaba... tu figura, tu sonrisa y tu buena disposición (hasta un dibujo me hiciste). Lo que más destacó fue tu sonrisa.
Como siempre, te ayudé (incluso, en algún momento, te di la bienvenida.)


Eres una estúpida y lo sabes.
Eres una estúpida y deseo tu estupidez.
Eres una estúpida y eres feliz siéndolo.

Yo... yo te quiero mía.



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